Poema - Canción de un cuarto desengaño
Canción de un cuarto desengaño
Abrió sus ojos sobre el trabajo
de manos vanas de hombres afanados
y desde uno, por ventana conocida
miró la acción de Eos gestadora
quien con bellos y sonrojados dedos
la carroza llena de luz presentaba
la cual, con trajín orgulloso
tierra y cielo bañaba en efímero oro
y en bellos colores después coronaba
Aquel hombre emprendió el camino
con corazón abatido por penas de antaño,
suspiros y dolores acaecidos
llegó a un verde prado vislumbrado
seducido por aroma de rosas
regalo de las diosas
un frondoso laurel al centro
proyectaba vivo universo
de bellas estrellas tintineantes
refugio de diversos seres
que mares etéreos irrumpían
sentose en medio de aquel espacio
quiso participar de edénico, lozano espectáculo
mas de su corazón copiosas lágrimas manaron
y suspiraba y el puño alzaba
sin saber qué buscar y aún menos hallarlo
y el campo elíseo tornaba cenizo
y ahí se marchitaba
la vida se acababa
Hay una peña imponente
en alta montaña incrustada
mana de ella cándida fuente cristalina
sin recelos desborda de ella vida
en perlas pequeñas contenida
dulces y brillantes caen, rebotan
derraman su esencia, al prado, rumorosas
su cumbre abraza y protege,
de la envidia de Artemisa,
a tres ninfas agraciadas que retozan
en recóndita naciente por vulgo infranqueable
en el aire danzan gemas esplendentes
de aquella gruta de labrada belleza
se cobija de luces nunca vistas
dentro sinfónica armonía
de música profunda, las rodea
El hombre de sacras letras consagrado
corre hacia el impetuoso arroyo
y con manos toscas el caudal acaricia
cual tesoro hurtado lo lleva a su boca
busca mitigar la sed de su alma en agonía
mas gran amargura su lengua en ella encuentra
y aquella fuente tristeza le produce y pena
él impotente observa su suerte
ve cómo se seca
En la boca lleva el sabor a vencido
en su espíritu hay grande despecho
sus puños que tiemblan de muerte
tomando por asunto
sus amores y sus celos
sentíase impotente
por aquella, contra amor soberbia
de Apolo afecto no entregado
y en alto contrapunto, vuelto
se abraza al laurel antes visto
resueltamente abatido
mas su ser grisáceo decaído
halla la corona de vida
en paloma de victoria gouda
graciosa, en cianita majestuosa
una eclosión de esperanza asoma
con ramas como suelo
y de amor y piedad ardió su pecho
de este hombre en vida casi muerto
Y el discurso de aquel que predicada
en su caótica mente resuena
generación va y viene, la tierra permanece
Helios muere, Eos gesta esperanza anunciada
para volver al lugar donde se levanta
Nix muere y la derrama de Hera se apaga
Así con ánima renovada
regresó al oficio que ministraba
él con tristeza que sólo dura un llanto
¡ay, dura vida! ¡es tiempo de vivirla!
Estas suyas visiones
plasmó con encendidas letras
aquel religioso poeta
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