Cuentos de Tata Teo - Mi Tata Teo
Mi tata teo
Y
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o tengo un abuelito a quien quiero mucho. Cuando lo vamos a ver, de
lejos lo vemos asomarse por la puerta, quitarse su pipa de la boca y mostrarnos
una sonrisa, al tiempo que con su mano nos saluda. Él vive a las orillas
de la ciudad, donde el ruido de los coches y sirenas de autos estridentes ya no
suena y sólo se escuchan de repente uno que otro bus. Mi abuelo así es, mi papá
le ha insistido que se vaya con nosotros a la casa y le ha dicho:
—¿Y renunciar a la naturaleza que me cuenta tanto de su autor? No, me
quedo con los pájaros y nubes que tanto me cuentan de él
Por eso nosotros vamos a casa del abuelo cuando mis papás tienen cosas
qué hacer o quieren “quitarse el estrés”, como ellos dicen. No sé qué sea el
estrés, pero parece que lo encuentran en todos lados: En el coche, en la casa,
en el trabajo, con nosotros, en nuestra escuela, no hay lugar en que puedan
esconderse mis papás de él. Yo creo que es una excusa para que todos los
aguanten. Pero mi abuelito no conoce al estrés, él siempre es muy tranquilo y
alegre.
Su casa es antigua, sus muebles crujen y huelen a viejito. Tiene algunas
cosas misteriosas que, dice, se llegaron a usar hace más de cien años y que él
las fue guardando. Siempre se sienta en su silla de mimbre cerquita de la
jamba, con los pies descalzos encima de sus huaraches por si se le antoja andar
en el huerto. Mi abuelita, quien ya no está con nosotros, le dejó encargadas
sus plantas y parte de su paseo matinal es darles agüita para que beban.
Mi abuelito se llama Teófilo, pero le gusta que le digamos Tata Teo. Él
dice que tata es una palabra antigua y llena de mucho amor y respeto. Cada vez
que le decimos así, algo en sus ojos se enciende con un brillo que no puedo entender.
Pero lo que más nos gusta de Tata Teo son sus cuentos, es, a través de ellos,
que la magia que tanto nos gusta comienza: Historias de héroes y todas las
odiseas que tuvieron que sortear para lograr sus cometidos y propagar el gran
mensaje con el que Tata Teo siempre concluye sus relatos. Él dice que no nos
cuenta cuentos, sino recuerdos con su voz traídos a nuestro. Sea como sea, a él
le gusta contarnos y a nosotros escucharlo.
Por eso y más queremos a Tata Teo, porque su casa y él son viajeros en
el tiempo y en la gente que conquista en el presente, para nunca olvidarse de
ellos. Casi siempre está leyendo, con algo de dificultad por su edad, un libro
de donde saca también muchas historias. Es su libro favorito y así lo demuestra
el desgaste en el lomo y el canto, las esquinas ya son redondas y, cada vez que
lo abre, una página rebelde, luchando por su libertad, sale presurosa al piso
pero ¡zaz! Tata Teo la cacha en el aire y la regresa a su lugar.
Sentados, frente a él, respiramos hondo y le pedimos:
—Cuéntanos algo Tata Teo.
En segundos el mundo se pausa, los pajaritos callan, el viento pasa con cuidado tratando de no levantar ni una hojita del piso, parece que todo alrededor y nosotros sostenemos la respiración, contemplamos sus negros ojos profundos, llenos de grandes historias y aguardamos su mirada capaz de transportarnos, llena de amor y expresiones, a lugares y personas que jamás habríamos conocido de no ser por nuestro tata.
Hoy estuvo lloviendo toda la tarde y mientras el sol acaricia la tierra y llena de petricor el ambiente, veo a mi tata tomar aire y suspirar, eso lo hace cuando mira dentro de su mente. Algunas veces sonríe, otras, llora, también lo he visto ponerse rojo, otrora cabizbajo. Me gusta observar su rostro justo antes de iniciar su relato porque trato de adivinar en sus expresiones lo que me contará, con todo lo que ha vivido nunca pone una expresión igual, todas son diferentes y eso me gusta mucho.
Por la lluvia y por la mirada que tiene yo creo nos contará una aventura
de esas que lo ponen nostálgico, eso dice. Nos enseñó esa palabra y dice que
así se siente uno cuando ama y extraña un pasado que no vuelve. Un sentimiento
que a veces lo ha hecho llorar:
—Déjenme, no me hagan caso, son mis lágrimas agridulces, sazonadas con mis bellos recuerdos.
Fin
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